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12 de julio de 2010

"Pobrecito, las pelotas!"

Acá todos gritamos porque somos hijos de sordo. Acá todos damos órdenes porque somos hijos de general y El General está muerto.
Lo enterramos en el día de la independencia sin ninguna corneta. Vimos correr gusanos alrededor de su tumba, aquellos que también acataron el llamado. Gracias a Dios el hombre está rodeado y hecho de barro.
"Vos nunca me quisiste" me decía él ostensivamente. No sé qué edad tenía. Sé que por mucho tiempo miré para el costado e intenté superar la culpa. No lo quería porque él no escuchaba y así no hay querer que valga.
"Pobrecito, pobrecito" repetía su viuda, "sólo voy a volver para que me entierren al lado tuyo", "se lo van a comer los gusanos, pobrecito!", "qué me lleven a mi", suspiraba entre risas resistiéndose a resignar su antigua vida.
Desde aquél evento destiñe su negrura, en cada explosión de angustia que le sirve para alejarse de la amargura.

Todavía reza, todavía duda, todavía carga con la tarea de ser Señora de tal, el General.

Julio, 2010.

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