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29 de julio de 2010

Retiro Aires.


Visualizo que me querés comer como un lobo, amarrarme como una serpiente, disfrutar de mi como un cerdo. Te pido que me hables, te digo que me encantan las palabras, que no hay mejor combustible. A vos las palabras te matan, te mantienen distante, apuñalan.
Visualizo la carpa de un circo donde harán cantar a un elefante y bailar a una jirafa. Un cine en el que se proyectan películas de las más diversas tramas con las más desgarrantes historias, cómo llora la gente en esas butacas, con qué imágenes sienten se les carcome el alma.
Buenos Aires ya no es lo que era. Está inundada de containers multinacionales que no agregan más que rompecabezas portuarios. Enormes cajas rectangulares colorinches, veo cómo las olvidan, no dejo de imaginar cómo nunca se abren, jamás. Me apegan cada vez más, las adoro.
Suena el teléfono, todavía no quiero atender, todavía me duele la cabeza de las copas de vino que tomamos ayer. Te explico que la salud es primordial, que la mayoría de las cosas rebasan en toxicidad y que ya no hay peligro, que retiré de mi todo lo que era inflamable.
Escucho "el aire", es una música en inglés con acento francés, todo lo que necesito es transformar su eco en señales. Dejar rastros de búsqueda, almas gemelas, alguien para amalgamarte y perecer como un mineral salvaje. ¿Se me nota tanto? No, ya no, así no. Ya no me muestro tan desarmada, no se cae ninguna lágrima al primer grito de piedad, ahora manejo con antídotos cada mordida venenosa, heridas de primer y segundo grado.
Las luces del neón, el brillo, los plásticos, el caucho. Y luego vuelvo de donde salí, de mi conciencia, vuelvo a decir que nunca supe por qué me excitaba tanto el paisaje de las refinadoras, Dock Sud siempre me dio gustito a sudor carnal entre carbonos, de parado con un trigueño musculoso, oxidación y reducción.
Escribo que no te amo, que sin palabras no te amo. Si no hay nada que interpretar quedémonos así, en el aire, sobre la ciudad, observando cómo los demás buscan todo de lo que los privamos. Somos excusas que armamos para no practicar ningún juego, pues creemos que hemos madurado. Creemos que somos buenos, pero sólo sobrevolamos el dolor, la amargura, y la parte del amor que es angustia.

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